Vistas de página en total

jueves, 31 de marzo de 2016

Sígueme
… Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos… (v. 17).

Lectura: Marcos 2:13-17
La biblia en un año: Lucas 6:1-26
Los gimnasios ofrecen diferentes programas para quienes desean adelgazar o mantenerse saludables. Hay uno que solo se ocupa de personas que quieren perder, como mínimo, unos veinte kilos y desarrollar una vida sana. Una mujer que asistía a uno de esos gimnasios dijo que no iba más porque sentía que algunos la miraban y criticaban su cuerpo fuera de forma. Ahora hace ejercicio cinco días por semana y está logrando sus objetivos en un entorno positivo y acogedor.
Hace 2.000 años, Jesús vino a invitar a que lo siguieran aquellos que estaban espiritualmente fuera de forma. Leví fue uno de ellos. Jesús lo vio en el lugar donde cobraba impuestos, y le dijo: «Sígueme» (Marcos 2:14). Sus palabras lo cautivaron, y Leví lo siguió. Los cobradores de impuestos solían ser codiciosos y deshonestos, y se los consideraba ritualmente impuros. Cuando los líderes religiosos vieron que Jesús comía en su casa, preguntaron: «¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?» (v. 16). Jesús respondió: «No he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (v. 17).
Jesús vino a salvar a los pecadores, incluidos tú y yo. Nos ama, nos recibe con agrado y nos llama a seguirlo. A medida que caminamos con Él, nuestra condición espiritual mejora cada vez más.
— Marvin Williams
Señor, quiero ayudar a otros a mejorar espiritualmente.

miércoles, 16 de marzo de 2016

En alta estima

… ¿No valéis vosotros mucho más que [las aves]? (v. 26).

Lectura: Mateo 6:25-34
Hace años, tenía una oficina en Boston, desde donde se veía el Cementerio de Granary, donde están sepultados varios héroes norteamericanos. Aunque las lápidas mencionan sus nombres, nadie sabe realmente dónde está el cuerpo de cada uno de ellos, ya que esas piedras se han movido muchas veces, tanto para hacer que el lugar fuera más pintoresco como para que quienes cortaban el césped tuvieran más espacio para trabajar. Aunque en el cementerio hay unos 2.300 epitafios, ¡casi 5.000 personas están sepultadas! Pareciera que, aun muertas, no se sabe bien quiénes son algunas personas.
A veces, nos sentimos como esos residentes anónimos de Granary: desconocidos e invisibles. La soledad puede hacernos sentir ignorados, incluso por Dios. Sin embargo, debemos recordar que, aunque pensemos que nuestro Creador se olvidó de nosotros, no es así. Dios no solo nos hizo a su imagen (Génesis 1:26-27), sino que también nos tiene en alta estima, y envió a su Hijo para salvarnos (Juan 3:16).
Aun en las horas más oscuras, podemos descansar en la certeza de que nunca estamos solos, porque nuestro Dios amoroso está con nosotros.
— Randy Kilgore

Señor, gracias por saber todo de mí y no abandonarme nunca. Que pueda compartir la verdad de tu presencia permanente, para consolar a aquellos que se sienten solos.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Por favor, entra
Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe… (v. 22).

Lectura: Hebreos 10:19-25
La biblia en un año: Marcos 11:19-33
La casa de una amiga está ubicada junto a una pequeña calle rural que los conductores usan durante las horas de mayor tránsito, para evitar la ruta principal y los semáforos. Hace unas semanas, llegaron unos obreros para reparar el pavimento y colocaron unas barreras con carteles que decían: «Prohibido pasar». Mi amiga contó: «Al principio, me preocupé porque pensé que no podría entrar con mi automóvil. Pero, después, seguí leyendo: “Acceso permitido solo para residentes”. No había desvíos ni barreras para mí. Tenía derecho a entrar y salir cuando quisiera porque vivía allí. ¡Me sentí especial!».
En el Antiguo Testamento, el acceso a Dios en el tabernáculo y en el templo estaba estrictamente restringido. Solamente el sumo sacerdote podía atravesar el velo y entrar a ofrecer sacrificios en el Lugar Santísimo. Además, podía ingresar una sola vez al año (Levítico 16:2-20; Hebreos 9:25-26). Sin embargo, en el mismo momento en que Jesús murió, el velo del templo se rasgó de arriba hacia abajo, mostrando que la barrera que separaba al ser humano de Dios había sido destruida para siempre (Marcos 15:38).
El sacrificio de Cristo por nuestros pecados permite que todos los que le aman puedan entrar en su presencia en cualquier momento. Él nos ha otorgado el derecho de admisión.
— Marion Stroud

Señor, gracias por darme acceso a tu presencia.