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domingo, 29 de mayo de 2016

Él se puso en nuestro lugar
Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados (v. 18).

Lectura: Hebreos 2:10-18
La biblia en un año: Juan 10:24-42
Para ayudar a su equipo de arquitectos jóvenes a entender las necesidades de sus clientes, David Dillard los envía a «pijamadas». Se ponen sus pijamas y pasan 24 horas en un centro para personas de la tercera edad, en las mismas condiciones que ellos: con audífonos para simular pérdida de audición, dedos pegados con cintas para limitar la destreza manual y gafas para representar problemas visuales. Dillars declara: «Lo más beneficioso es que, cuando envío jóvenes de 27 años, vuelven con un corazón diez veces más grande. Conocen a las personas y entienden sus dificultades».
Jesús vivió 33 años en esta Tierra como un ser humano. Fue hecho como nosotros, «en todo semejante a sus hermanos» (Hebreos 2:17), para saber cómo se vive con un cuerpo humano en este mundo. Por eso, entiende las luchas que enfrentamos y se pone a nuestro lado para comprendernos y alentarnos.
«Pues en cuanto [Jesús] mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados » (v. 18). El Señor podría haber evitado la cruz, pero obedeció a su Padre. Con su muerte, destruyó el poder de Satanás y nos libró del temor a la muerte (vv. 14-15).
En toda tentación, Jesús camina a nuestro lado para alentarnos, fortalecernos y darnos esperanza.
— david c. mccasland

Señor, gracias por «ponerte en nuestro lugar».
Jesús comprende.

martes, 10 de mayo de 2016

Nuestra defensa divina
… tomad […] la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios (Efesios 6:17).

Lectura: Nehemías 4:7-18
Supervisados por Nehemías, los obreros israelitas reedificaban los muros de Jerusalén. Sin embargo, cuando estaban cerca de la mitad de la obra, se enteraron de que sus enemigos planeaban atacar la ciudad, y la noticia desmoralizó a estos trabajadores ya exhaustos.
Nehemías tenía que hacer algo. Entonces, primero, oró y puso varios guardias en lugares estratégicos. Después, les dio armas a sus trabajadores: «Los que edificaban en el muro, los que acarreaban, y los que cargaban, con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada. Porque los que edificaban, cada uno tenía su espada ceñida a sus lomos, y así edificaban» (Nehemías 4:17-18).
Nosotros, constructores del reino de Dios, necesitamos armarnos contra los ataques de Satanás, nuestro enemigo espiritual. La Palabra de Dios, la espada del Espíritu, nos protege. Memorizarla y meditar en ella nos permite «estar firmes contra las asechanzas del diablo» (Efesios 6:11). Nos recuerda la promesa de que lo que hacemos para Dios durará eternamente (1 Corintios 3:11-15), que hemos sido perdonados por el poder de la sangre de Cristo (Mateo 26:28) y que llevaremos frutos en la medida en que el Señor habite en nosotros (Juan 15:5).
¡La Palabra de Dios es nuestra defensa divina!
— Jennifer Benson Schuldt

domingo, 8 de mayo de 2016

Nunca se olvida
… yo nunca me olvidaré de ti (v. 15).

Lectura: Isaías 49:13-21
La biblia en un año: Lucas 24:36-53
Durante la celebración de los 50 años de su madre, ante la presencia de cientos de personas, Kukua, la hija primogénita, relató lo que su progenitora había hecho por ella. Recordaba que habían sido tiempos difíciles y los recursos en el hogar escaseaban. No obstante, su madre soltera se privó de comodidades personales, y vendió sus joyas y otros bienes para que ella pudiera estudiar. Con lágrimas en los ojos, declaró que su madre nunca la había abandonado, ni a ella ni a sus hermanos, a pesar de lo difícil que era todo.
Dios comparó su amor por su pueblo con el de una madre por sus hijos. Cuando Israel sintió que el Señor lo había abandonado durante el exilio, se quejó: «Me dejó el Señor, y el Señor se olvidó de mí» (Isaías 49:14). Pero Dios afirmó: «¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti» (v. 15).
Cuando estamos angustiados o decepcionados, tal vez nos sintamos abandonados por la sociedad, la familia y los amigos, pero Dios no nos abandona. Las palabras del Señor son un gran aliento: «He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida» (v. 16), con lo que indica cuánto sabe y nos protege. Aunque la gente nos dé la espalda, Dios nunca abandona a los suyos.
— Lawrence Darmani