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sábado, 27 de abril de 2019
Disfrutar la belleza
2019-04-27
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Leer: Eclesiastés 3:9-13
La Biblia en un año: 1 Reyes 1–2; Lucas 19:28-48
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Todo lo hizo hermoso en su tiempo… (v. 11).
La pintura captó mi atención. Exhibida en un largo pasillo de un hospital local, las figuras de los indígenas navajos en profundos tonos pastel hicieron que me detuviera. «Mira eso», le dije a mi esposo.
Él iba caminando adelante, pero yo, aunque había otros cuadros en la pared, me detuve a observar solo ese. «Hermoso», susurré.
Muchas cosas en la vida son realmente hermosas. Obras maestras de pintura, vistas panorámicas, artesanías inspiradas. Pero también lo es la sonrisa de un niño, el saludo de un amigo, el huevo azul de un petirrojo, el caparazón duro de una almeja. Para aliviar las posibles cargas de la vida, «[Dios] todo lo hizo hermoso en su tiempo» (Eclesiastés 3:11). En esa belleza, captamos un atisbo de lo perfecto de la creación de Dios.
Como solo podemos imaginar semejante perfección, Dios nos ha concedido un anticipo a través de la belleza de la vida. Del mismo modo, Él «ha puesto eternidad en el corazón [del hombre]» (v. 11). Algunos días parecen monótonos e inútiles, pero Dios nos da momentos para admirar cosas bellas.
Gerard Curtis Delano, el artista de aquella pintura, dijo convencido: «Dios me [dio] talento para crear cosas bellas, y esto es lo que Él quería que hiciera».
Agradezcamos a Dios por los anticipos de la gloria que veremos. — PR
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viernes, 19 de abril de 2019
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El velo rasgado
2019-04-19
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Leer: Hebreos 10:10-23
La Biblia en un año: 2 Samuel 6–8; Lucas 15:1-10
Era un día triste y sombrío en las afueras de Jerusalén. En una colina fuera de los muros de la ciudad, un Hombre que había atraído multitudes de seguidores fervientes durante los últimos tres años colgaba abandonado y dolorido sobre una rústica cruz de madera. Muchos lloraban y se lamentaban. La luz del sol dejó de brillar al mediodía. Y el intenso sufrimiento de aquel Hombre terminó cuando clamó en voz alta: «Consumado es» (Mateo 27:50; Juan 19:30).
En ese mismo instante, otro ruido resonó desde el templo: el sonido de un lienzo que se rasgaba. De manera milagrosa y sin intervención humana, el enorme y grueso velo que separaba el exterior del templo del lugar santísimo se rasgó en dos, de arriba abajo (Mateo 27:51).
Aquel episodio simbolizó la realidad de la cruz: ¡un nuevo camino a Dios se había abierto! Jesús, el Hombre de la cruz, había derramado su sangre como el último sacrificio; el verdadero y suficiente (Hebreos 10:10) que permite que todos los creen en Él sean perdonados y tengan comunión con Dios (Romanos 5:6-11).
En medio de la oscuridad de aquel primer Viernes Santo, recibimos la mejor noticia: Jesús nos abrió el camino para ser salvos del pecado y tener comunión con Dios para siempre (Hebreos 10:19-22). — Dave Branon
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lunes, 15 de abril de 2019
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Esperanza restaurada
2019-04-14
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Leer: Juan 5:1-8
La Biblia en un año: 1 Samuel 25–26; Lucas 12:32-59
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Cuando Jesús lo vio acostado […], le dijo: ¿Quieres ser sano? (v. 6).
¿El sol sale por el este? ¿El cielo es azul? ¿El mar es salado? ¿El peso atómico del cobalto es 58,9? Bueno, solamente podrías saber esto último si fueras un fanático de la ciencia o te gustara la cultura general, pero las otras preguntas tienen respuestas obvias: «Sí». En realidad, este tipo de preguntas incluyen un poco de sarcasmo.
Si no tenemos cuidado, nuestros oídos modernos —a veces, hastiados— pueden captar cierto sarcasmo en la pregunta de Jesús al inválido: «¿Quieres ser sano?» (Juan 5:6). La respuesta obvia podría parecer: «¿Es una broma? ¡Hace 35 años que espero que me ayuden!». Pero no hay nada de sarcasmo. La voz de Jesús está siempre llena de compasión y sus preguntas siempre procuran beneficiarnos.
Jesús sabía que el hombre quería sanarse. Y también sabía que hacía mucho que nadie se ofrecía para ayudarlo. Antes de realizar su milagro, quería restaurar la esperanza que aquel hombre había perdido, y lo hizo mediante una pregunta bastante obvia y ofreciendo opciones de respuesta: «Levántate, toma tu lecho, y anda» (v. 8). Cada uno de nosotros es como aquel inválido, con áreas en la vida en las que hemos perdido la esperanza. Entonces, el Señor nos ve y nos invita a renovar esa esperanza creyendo en Él. — James Banks
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Las marcas de una amistad

Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando (v. 14).
Cuando era niño, me gustaba tomarme de la mano de mi padre y caminar con él por lugares llenos de gente. Él era mi padre y mi amigo, ya que en la cultura de Ghana, tomarse de la mano es una señal de amistad verdadera. Mientras caminábamos, hablábamos de diversos temas. Cada vez que me sentía solo, encontraba consuelo en mi padre. ¡Cuánto valoraba su compañía!
El Señor Jesús llamó amigos a sus seguidores, y les dio muestras de su amistad: «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado» (Juan 15:9). Incluso, dio su vida por ellos (v. 13). Les enseñó todo lo que Dios le había dado (v. 15) y les dio la oportunidad de participar en su misión (v. 16).
Como nuestro Compañero de vida, Jesús camina con nosotros. Escucha nuestras angustias y deseos. Y cuando nos sentimos solos y desanimados, se mantiene a nuestro lado.
Este compañerismo se profundiza cuando nos amamos unos a otros y obedecemos sus mandatos (vv. 10, 17). Al obedecerle, produciremos un fruto que permanecerá (v. 16).
Al caminar por los callejones atestados de gente y los senderos peligrosos de este mundo turbado, podemos contar con su compañía. Es una muestra de su amistad, porque prometió: «estaré con ustedes […] hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20 rvc).
Padre celestial, gracias porque aunque nuestros amigos nos fallen, tú nunca lo haces.
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