Sí,
esfuérzate y sé valiente, no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará
contigo en dondequiera que vayas.
Josué 1:9
En la
rama más alta de un frondoso árbol, se erguía con orgullo un regio búho blanco.
Todas las aves le tenían respeto, pero no por su sabiduría ni sus modales, sino
por miedo. Trataba con desprecio a todas
las aves que se acercaban, pues él consideraba que eran inferiores. Se creía el
rey del lugar.
Nadie conoció jamás su verdadero nombre porque desde
que llegó al bosque exigió a todos que le llamasen “Campeón”.
Existen búhos de todos los tamaños y colores, pero a
Campeón no le importaba pues él se creía el mejor y el más grande de todos.
Un pequeño búho marrón llegó hasta el bosque ese día. Tan minúsculo era, que apenas medía la altura
de un ala de Campeón, y como todavía no dominaba el arte del vuelo, se
convirtió en presa fácil para el abusivo búho blanco.
—Y tú…
¿quién eres? —preguntó Campeón amenazante—. ¿No sabes que todos los nuevos
vecinos deben presentarse ante mí? —Me llamo Willy, señor.
—¡Llámame Campeón!, muchacho atrevido —reclamó el iracundo
búho blanco—. ¡¿No sabes que antes de andar volando por ahí debes pedirme
permiso?!
—Lo siento señor Campeón —respondió la debilucha ave—, no
lo sabía. Es que apenas estoy
aprendiendo a volar.
—¿Ah sí?... ¡ja! ¡A eso lo quiero ver! — dijo burlándose—.
Desde mi árbol nadie aprenderá a volar.
Campeón siguió
de cerca al pequeño búho gris para presenciar sus flojos intentos de emprender
el vuelo. Cada vez que intentaba
levantar sus alas, Campeón aleteaba a su costado obligándole a caer. Así lo
hizo cinco veces.
—¿Qué? ¿Acaso nunca te vas a rendir? —interrogó Campeón con
su habitual sarcasmo riendo a carcajadas—. ¿No puedes ver que es inútil?
—¿Inútil? A mí me han enseñado que ningún intento está de
más y que cualquier cosa es posible para el que de verdad quiere lograr algo.
—¡Jajaja!, pues a mí la vida me ha enseñado que unos son
fuertes, como yo, y otros son débiles como tú. Esa realidad no la puede cambiar
nadie.
—Es cierto señor Campeón, algunos son más fuertes, pero eso
no quiere decir que sean invencibles.
Con esas
palabras, Willy intentó una vez más emprender el vuelo, pero otra vez Campeón
agitó sus alas para hacerlo caer por pura diversión. Mientras Campeón se reía
sin parar, el pequeño Willy se levantó de nuevo y se preparó para levantar sus
alas. Para entonces muchas aves se habían amontonado para presenciar el desafío
de este pequeño búho contra el abusivo de Campeón, que siempre había encontrado
con qué molestar a todas las aves del lugar.
—¡Ríndete de una vez, enano! —se burló Campeón—, todos aquí
te lo dirán, yo jamás me rindo.
—¡Pues yo tampoco! —contestó desafiante el pequeño Willy—.
La verdadera fuerza no está en las grandes alas sino en la valentía y la
motivación.
—¿Ah sí? ¡Jajajajaja! —rio Campeón descontroladamente—.
Dime, pues... ¿cuál es tu motivación?
—Es mi padre que me está mirando ahora mismo.
Campeón encogió las alas admirado de la respuesta,
pues no había visto a ningún otro búho cerca. Giró completamente su cabeza sin
mover su cuerpo, como lo hacen los búhos.
Miró con sus redondos ojos, primero para un lado, luego para el otro,
pero no vio a nadie.
Las aves que estaban alrededor presenciando todo empezaron
a reír sin parar, al principio unas cortas risillas atascadas, pero luego
grandes risotadas despreocupadas se escucharon con frenesí en todo el bosque.
Cuando
Campeón levantó la mirada hacia atrás, sus ojos redondos se hicieron grandes
como planetas. Se había percatado de la presencia de un majestuoso búho marrón
muy cerca de él. Tenía al menos el doble
de su tamaño, y nunca lo vio pues lo había confundido con el tronco de un
árbol.
El ave se irguió imponente inflando su pecho con autoridad.
Ni siquiera tomó en cuenta al despótico pájaro que había estorbado a su cría;
solo se dirigió a Willy con las palabras más apacibles que encontró.
—No te preocupes, Willy —dijo el gran búho marrón en total
calma—, levántate otra vez, yo estaré contigo a donde quiera que vayas. Solo
esfuérzate y sigue siendo valiente.
Campeón
tuvo que agachar la cabeza y salir volando a molestar a algún otro. Willy
aprendió a volar en poco tiempo, pero su lección más valiosa fue saber que no
todos los que son grandes necesariamente son más fuertes, y que ser valiente es
mucho más que ser grande.
Dialoga con tus hijos.
» ¿Qué significa ser valiente?
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